domingo, 4 de julio de 2010

Pelotas

Bien sabemos todos los latinoamericanos que el fútbol, ese moderno deporte inglés, es pasión de multitudes en este subcontinente.
Quizás sea por la similitud con el antiguo juego de pelota que practicaban los mesoamericanos, quién sabe. La cuestión es que en esa materia los latinoamericanos somos potencia.
Desde el primer campeón hasta las últimas finales siempre hubo entre los primeros tres puestos seleccionados de estas latitudes. Esto generó que las rivalidades se agudizaran bastante, fomentando una especie de nuevo nacionalismo de T.V.
En el mundial 2010 con la eliminación de Brasil, muchos argentinos celebraron, y viceversa, pero luego de eso, también se reivindicaron hinchas de los equipos latinoamericanos restantes. Quizás sea porque quieren que pierda el rival inmediato, o por cargo de conciencia, pero sea como sea el principio de Hermandad de los pueblos latinoamericanos está latente, incluso en el deporte. No es algo menor.
Si tenemos en cuenta que el deporte ha sido utilizado con fines políticos en todo el mundo desde que la misma política existe, es decir siempre; como pruebas físicas para el ingreso en tribus, olimpíadas griegas, los espectáculos de gladiadores romanos; o más recientemente, legitimar regímenes dicatoriales, medir fuerza entre bloques durante la guerra fría y demás; nos lleva a pensar que el deporte no es un factor descartable dentro del complejo mundo de las relaciones humanas.
"Pan y circo" decía el emperador romano Nerón, actor frustrado, y no se equivocaba. ¿Qué es eso sino la vida misma?
Luego de la creación de los estados-nacionales, durante el siglo XX y con la masificación de los medios de comunicación, el rey de los deportes ha servido a muchos gobiernos como aparato unificador, simíl a las insituciones de construcción ciudadana de antaño, como el ejército y la escuela.
Con la caída del muro de Berlín, el destape de muchos temas tabú, la popularización de los estudios superiores, el avance de la sociología y psicología en ámbitos antes vedados por la política, el fútbol ha contribuído a reforzar ciertos conceptos de la alicaída idea de "patriotismo". Ejemplo de ello fue la "casualidad" de que Alemania haya ganado la copa mundial de 1990, año de su reunificación, entre otros temas.
Hoy en día los muchísimos hinchas de los países latinoamericanos están empezando a reconocer los méritos de sus vecinos durante el transcurso del mundial; si bien, como es obvio, prefieren que gane su propio seleccionado, la segunda opción, es claramente cualquier equipo que traiga la copa hasta nuestra parte del globo, lo cual no es poco, teniendo el cuenta el nivel de devoción por este deporte que profesamos los latinoamericanos.